viernes, 17 de mayo de 2013

Trazos de un viaje


(Sobre En la barrera, de Gabi Martínez, presentada por Antón Castro en la librería Cálamo el 26 de febrero. Con la presencia del escritor Manuel Vilas)



Sobre En la barrera, del escritor y viajero Gabi Martínez, puede decirse que relata un viaje a la Gran Barrera de coral australiana, pero tal afirmación no aclara gran cosa, porque En la barrera es  un libro-mosaico, una obra proteica compuesta de pequeños y múltiples fragmentos, tan cambiantes como las esquirlas de un caleidoscopio. 

El libro se inicia con un prólogo compuesto exclusivamente de citas, citas de autores célebres, como Charles Darwin o John Berger, pero también de gentes desconocidas, como un pescador, una tendera o un turista. Todos son importantes, todos desempeñan un papel, afirma Gabi Martínez; quien, a lo largo de su viaje, hará intervenir –sin carácter exhaustivo– a biólogos, a una jugadora de poker,  a geógrafos, a un experto en serpientes, a sociólogos, a marinos, a zoólogos, a un farsante, a arqueólogos, a una empresaria, a politólogos, a un ama de casa, a filósofos, a ecólogos, a aborígenes, a antropólogos, a teólogos, a un visionario y hasta a la presidenta de una asociación dedicada al golf.

En la presentación el autor viste un jersey mil veces lavado –probablemente en lavanderías de medio mundo–, unos vaqueros desgastados y unas zapatillas casual… Su look resulta franciscano. Aunque, como él afirma, todos tenemos un punto vanidoso, a todos nos gustan las marcas… Y se acaricia la patilla de sus gafas de montura negra de marca.

En Gabi Martínez conviven al menos dos escritores: el primero es un filósofo, el segundo un narrador. El filósofo es quien inserta las citas, quien especula con las parcelas de conocimiento antes referidas. Suele hacerlo a base de reflexiones breves, claras a la comprensión pero planteadas de un modo ambiguo, para que sea el lector quien trate de dar respuesta.

El Gabi Martínez filósofo es un escritor expansivo que se apasiona abordando cualquier cuestión intelectual. En la presentación nos habla torrencialmente sobre sus admirados Peter Matthiessen y Bruce Chatwin. Para él, ambos autores encarnan la “abstracción” en la literatura de viajes. Según afirma en el blog de Antón Castro, la literatura de viajes no debe ceñirse a: parto de un lugar – hago un recorrido – llego a un destino, sino que debe asemejarse más bien a una novela total en la cual todo tenga cabida. Y a este respecto nos cita Los trazos de una canción, una de las obras más experimentales de Chatwin, donde el inglés aborda a los aborígenes australianos y su costumbre de delimitar geográficamente lugares asociándolos con canciones. Metafóricamente, esas canciones son los trazos (las partes) de una única melodía, que no es otra cosa que su cultura.

Según el diccionario de María Moliner, trazos son las líneas que constituyen la forma o aspecto de una cosa percibida con la vista, o las líneas de que se compone la escritura. Pues bien, En la barrera está construida a base de trazos, pequeños fragmentos que se complementan y se aúnan hasta constituir esa novela total sobre la Gran Barrera de coral australiana, ese mosaico abstracto de voces, de ideas, de escritos. No en vano, del autor podría decirse lo que afirma un crítico de Babelia acerca de las Cartas de Chatwin, recientemente editadas: Todo le seduce, en cualquier cosa nueva ve un misterio al que enfocar sus invasivos ojos.

Pero en este punto dejo al filósofo y me centro en el Gabi Martínez narrador. A lo largo del libro, junto a las citas y reflexiones, se entremezclan narraciones breves, todas ellas relativas a personajes pintorescos que el autor va encontrando a lo largo de su periplo australiano. Los relatos se entrecortan y alternan, a modo de Colmena celiana, y al igual que las partes más ensayísticas del libro, se componen de breves trazos de inusual eficacia narrativa, a menudo ilustrados con fotos de los personajes o lugares donde se desarrolla la trama.

Nos encontramos, por ejemplo, con Kay Lin, una doctora que ama ser mordida por animales venenosos con el fin de comprobar los antídotos en su propio cuerpo. También con Paul Cazzotti e Ivana, cazadores furtivos de coral. O con Anna Baldellou, catalana que viaja a Australia para olvidar a un antiguo amor. Por no hablar de Mc Intosh, un ganadero acaudalado que colecciona corales. Todos ellos son personajes de “no ficción”.





En Cálamo, Antón Castro nos lee un capítulo del libro compuesto por una sola cita, que parece condensar el credo narrativo de Gabi Martínez. La cita es de Claudio Magris: Vivir, viajar, escribir. Acaso hoy la narrativa más auténtica sea la que cuenta, no a través de la invención y la ficción puras, sino a través de la toma directa de los hechos, (…) de esas transformaciones locas y vertiginosas que, como dice Kapuscinski, impiden captar el mundo en su totalidad y ofrecer una síntesis de él, permitiendo capturar, como el reportero en el fragor de la batalla, sólo algunos fragmentos.   

Pero si el Gabi filósofo se prodigaba en reflexiones, el Gabi narrador, al contrario, resulta elusivo y tiende a desaparecer de sus relatos, lo cual es curioso si tenemos en cuenta que se trata de un narrador-personaje, presente en lugar del relato. Es el propio autor quien explica esta actitud–una vez más en el blog de Antón Castro–: Yo soy una voz más de esa constelación, alguien que mira desde fuera y desea saber más. ¿Quién nos puede enseñar mejor? Los que viven allí. Mi experiencia de visitante es una anécdota al lado de su bagaje vital sobre aquella tierra.

Y siguiendo la premisa anterior, el autor se convierte en un espejo stendhaliano que se pasea por la escena australiana sin apenas mostrarse. Hasta tal punto alcanza la elusión de sí mismo que en un capítulo de los dedicados a Mc Intosh y Paul Cazzotti se “narra” en tercera persona: Un hombre español interrumpe la charla. Dice estar escribiendo sobre la Gran Barrera y como ha oído que hablaban de corales, bueno, le gustaría hacerles algunas preguntas, si están de acuerdo.

Resulta evidente que el autor no se interesa como personaje. Otro ejemplo: en Cairns, ciudad al norte de Australia cuyo calor y humedad invitan al sexo, el viajero coincide con un estrafalario personaje, un tasmano llamado Vogue que regenta un sex-shop. Ambos toman el sol frente a la laguna cuando Vogue pregunta al viajero: ¿Te gusta le sexo? El español elude de nuevo responder, dejando la pregunta en el aire, y cierra el pasaje en el plano teórico, afirmando: En Cairns es bastante normal que dos trotamundos, tras un fortuito encuentro de tarde, terminen sudando en la cama bajo las aspas de un ventilador. En general, los romances duran pocos días (…) Las estaciones (…) están  llenas de parejas que se abrazan y besan con mochilas y pasión.

Recordé el pasaje anterior al final de la presentación. Concluida ésta, Antón se dirige a los presentes, ¿alguien desea preguntar algo? Manuel Vilas rompe el silencio y pregunta a Gabi Martínez –con una media sonrisa– si se ha enamorado alguna vez en el curso de sus viajes. Por supuesto, puede no contestar…  Y el caso es que el viajero barcelonés se toma esta última licencia, ya que evita responder y, a cambio, nos perora otra teoría sobre la idea de viajar. Una vez más, como en la playa de Cairns, el narrador ha mutado en filósofo.

Ya es de noche cuando salimos de Cálamo. Gabi nos cuenta que en una semana parte hacia Nueva Zelanda, donde se centrará en buscar vestigios del moa, una especie de avestruz autóctona extinguida hace cinco siglos; y como afirma nuestro común amigo, Use Lahoz, volverá con otro libro de viajes bajo el brazo. Entre tanto, Ana Cañellas me ha animado a tomar una cerveza con el grupo, y caminamos por las calles vacías de Zaragoza, el asfalto humedecido por la lluvia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario