viernes, 17 de mayo de 2013

El malestar de los escritores


(Sobre Un estado del malestar, de Joaquín Berges, presentada por Iguazel Elhombre en la librería Cálamo el 25 de octubre de 2012)



Recientemente, Anagrama ha publicado una biografía de Miquel Barceló, obra de un joven norteamericano. Al parecer, el pintor permitió al muchacho convertirse en su sombra a lo largo de una serie de meses con el fin de que comprendiera su arte. Según cuentan las críticas, en un pasaje del libro, el joven pregunta a Barceló: Oiga, usted… ¿por qué pinta? Y el mallorquín le responde: Porque la vida no basta… La frase resultó tan rotunda que se convirtió en el título de la biografía.

¿Quiere decir lo anterior que el artista no disfrute de otros aspectos de la existencia, como la familia, los amigos o el trabajo? No lo creo así. De hecho, suele suceder al contrario: la familia, los amigos o el trabajo constituyen un asidero, una tabla de salvación para la mente creativa. 

En mi opinión, lo que Barceló pretendió decir es que todo lo anterior no es suficiente. Al comienzo de la presentación de Un estado del malestar, Joaquín Berges expreso la misma idea de un modo distinto. Ante una pregunta de la periodista Iguazel Elhombre, afirmó: Alguien totalmente feliz no escribiría ni una sola línea.
¿A qué obedece esa infelicidad, esa insuficiencia de la vida cotidiana que experimenta el artista, el escritor…? Para dar respuesta a esta pregunta podemos acudir al mito bíblico -y barojiano- del árbol de la ciencia. Y es que en su condición de intelectuales, los artistas, los escritores cometen el pecado de buscar respuesta a cuestiones vitales o estéticas que, a menudo, no la tienen.
Hace un mes, en otra presentación organizada por Cálamo, la de Las leyes de la frontera, Javier Cercas afirmaba que todas sus novelas se inician con una pregunta. A lo largo de sus páginas la novela trata de dar respuesta a esa pregunta, para concluir que, en realidad, nunca hubo respuesta.

He leído las tres novelas publicadas por Joaquín Berges hasta la fecha, lo cual me confiere cierta perspectiva sobre sus constantes temáticas y su evolución como escritor. En cuanto a las constantes temáticas, destaca el interés de Joaquín por la idea de la metamorfosis. Todos los protagonistas de sus novelas: Francho, de El club de los estrellados; Luis, de Vive como puedas y Ricardo Marco, de Un estado del malestar, comparten el descontento consigo mismos y la voluntad de ser distintos, de cambiar unas vidas con las que se sienten insatisfechos. Y este proceso de cambio, en la narrativa del autor, se desarrolla literariamente a través del melodrama y la comedia.
Respecto a la evolución de Joaquín como escritor, considero Un estado del malestar su mejor novela publicada hasta la fecha, la más madura. Desde el punto de vista estructural, el autor ha sabido alternar el ritmo trepidante de la trama con momentos más sosegados, en los cuales, el protagonista y narrador en primera persona, Ricardo Marco, aúna las reflexiones sobre su propia vida con la crítica social.
Ricardo Marco es un cínico desencantado, un cincuentón que contempla su vida con impiedad: es ejecutivo de unos grandes almacenes, trabajo por el cual gana un magnífico sueldo, y sin embargo no cree en las marcas, detesta la artificialidad del marketing, abomina del consumismo… Todo ello le produce un profundo malestar y un anhelo de cambiar, de metamorfosearse y ser otra persona. Y esa posibilidad se la conceden los vendedores ambulantes del mercadillo ubicado junto a los grandes almacenes. En el mercadillo, Ricardo se reencontrará con el amor y la amistad.
En otras ocasiones le he escrito a Joaquín lo mucho que me recuerda su narrativa al cine de Pedro Almodóvar, y a uno de los maestros del manchego, el hollywoodiense  Douglas Sirk. Todas las novelas de Berges abundan en la comedia y el melodrama: hay en ellas enfermedades incurables, rupturas familiares, abandonos del hogar; y todas estas desgracias se alternan con escenas hilarantes, como si la risa fuera una especie de catarsis entre tanto patetismo.

En mi opinión, la superioridad de Un estado del malestar respecto de las novelas anteriores radica en que el melodrama y la comedia ya no se alternan, sino que se han disuelto el uno en la otra del modo más sutil, configurando una especie de humor negro. Si en las novelas anteriores a una escena patética seguía otra cómica, ahora lo patético y lo cómico aparecen inextricablemente unidos, síntoma de la madurez del estilo.
Lo único que me ha llamado la atención de Un estado del malestar es la rotundidad del final, que por supuesto no desvelaré… De todas maneras, y a modo de mensaje en clave para quienes ya hayan leído la novela, diré que si el “malestar” de Ricardo Marco tuviera solución, el remedio sería sólo momentáneo. En el seno de la nueva vida de Ricardo el malestar reaparecería, y le obligaría a metamorfosearse de nuevo; porque el malestar que le aqueja no es sólo suyo, sino que es el de Joaquín Berges, y el de Miquel Barceló, y el de Javier Cercas, y el de todos los escritores de verdad, cuyo tacha consiste en hacerse preguntas demasiado complicadas sobre la vida que a menudo no tienen solución. Cito de nuevo a Joaquín: Alguien totalmente feliz no escribiría ni una sola línea.

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