viernes, 25 de julio de 2014

El lenguaje de los espías

(Sobre Puente de Vauxhall, de Javier Sebastián, presentada por María Ángeles Naval en la librería Cálamo el 14 de marzo de 2014)

A más de un lector dejará perplejo la lectura de Puente de Vauxhall, la última novela de Javier Sebastián editada por Destino. Se trata, en efecto, de una historia de espías basada en la extrañas circunstancia que rodearon la muerte de Diana de Gales y de su amante, Dodi Al Fayed. Pero quien busque en ella una novela de intriga convencional quedara, repito, perplejo, porque su autor ha asumido el reto de escribirla de un modo original, primando la forma literaria sobre el contenido o fondo.

Desde la primera página del libro nos encontramos con un elenco de personajes protagonistas del drama: la princesa Diana, la reina Isabel y el duque de Edimburgo, los príncipes Guillermo y Enrique, los agentes secretos del MI6, y otros personajes de los que apenas sabemos nada y que sin embargo pululan por el relato entrando y saliendo de él según los dictados del autor. Entre todos ellos destacan la narradora y también una monja polaca: la hermana Loretta María Semposki, la cual fue confidente de la princesa Diana en sus peores momentos.

Todos estos seres reales o de ficción aparecen en retazos de escenas, en conversaciones que se entrecortan sin dejarnos comprender totalmente su sentido. La intención de Sebastián mediante este procedimiento no parece otra que reflejar de un modo formal y literario el mundo de los espías. Tal como afirma cierto personaje de la obra: por su propia seguridad un espía no puede saber de todo, debe tener una información necesariamente parcial de la realidad. Y esa sensación de desconocimiento, de incertidumbre, de parcialidad en definitiva, es la que pretende transmitirnos la prosa de Javier Sebastián.

Puente de Vauxhall (enclave que alude a las oficinas centrales del MI6) se convierte en una novela impresionista, cuyas escenas, sólo contempladas en conjunto cobran todo su sentido y transmiten el mensaje del autor: la inconsistencia de la realidad, nuestra incapacidad para conocerla totalmente y la voluntad de otros de ocultarla y tergiversarla en función de sus intereses.

¿Debe primar la forma sobre el relato realista? ¿Hubiera sido mejor escribir una novela de espias ateniéndose a una técnica narrativa convencional? Como reseñista siempre procuro no opinar, es preferible que sea cada lector quien lo haga.




martes, 22 de julio de 2014

Literatura del yo, literatura del nosotros

(Sobre Autopsia, de Miguel Serrano Larraz, presentada por Jesús Jiménez Domínguez y Jesús García Caballero en la Fnac de Zaragoza el 27 de diciembre de 2013)


Afirmaba Jonathan Franzen con motivo de la publicación de “Libertad” que el lector de una novela no lee para saber sobre su autor, sino para saber acerca de sí mismo. Esta máxima, que considero cierta, podría suponer un obstáculo para un género tan en boga como la autoficción, donde el novelista se recrea a sí mismo, recrea su propia vida de un modo más o menos verídico.

Sería un problema si no fuera porque la autoficción, o “literatura del yo” es también “literatura del nosotros”, en la medida que el autor es capaz de transmitir sus experiencias personales de modo que la mímesis con la propia vida del lector funcione. Así sucede en novelas recientes tan relevantes como “Tiempo de vida”, de Marcos Giralt Torrente o “La hora violeta”, de Sergio del Molino. En ambas, la implicación vital del autor contribuye a hacer más intenso el relato.

Esa misma mímesis con la experiencia vital del lector es justo lo que pretende Miguel Serrano al contarnos su propia juventud zaragozana: los años decisivos de la veintena que median entre la adolescencia y la madurez. Corren la decáda de los noventa y nuestro protagonista, Miguel Serrano, trabaja en los Almacenes de la Modernidad (un trasunto jocoso de la Fnac), al mismo tiempo que descubre su vocación literaria y comienza a presentarse a sus primeros certámenes de poesía, como el Concurso Internacional de Poesía Villa de Aranda. En este nombre, real o inventado, también se adivina la parodia del autor, que ironiza de este modo con el narcisismo propio de los escritores.

Además de su trabajo en los Almacenes de la Modernidad, y de sus pruritos poéticos, el joven Miguel Serrano llena su vida con amigos que tienen nombres tan simbólicos y metaliterarios como Hans Castorp o con el Mensajero; y también con diversas compañeras de instituto: Sara, Beatriz… con quien mantiene relaciones, pero que no acaban de entender sus obras literarias.

Autopsia oscila asíentre la lírica y la narrativa. Algunas páginas son verdaderos poemas en prosa en las cuales Serrano exhibe su dominio de la lengua literaria; otras relatan y dan cuenta de sus experiencias juveniles en un mundo que se revela agresivo y absurdo: en la televisión ponen "Crónicas marcianas", de Javier Sarda. En la realidad el protagonista y sus amigos sufren el acoso de los skinheads, esos jóvenes violentos sin motivo alguno, que desean limpiar la ciudad a base de eliminar a quienes les molestan.
  
A lo largo de las páginas de la novela el autor da cuenta de ese mundo hostil a la mente creativa, que sin embargo pugna por salir adelante en medio de la agresividad. En este sentido resulta de lo más alusiva la portada del libro, diseño de la editorial Candaya, donde se observa a tres niños con máscaras antigás. Al igual que Miguel, esos niños desean defenderse de un mundo que los envenena.

En resumen, lo que puedo decir acerca de “Autopsia”, como joven que yo mismo fui de finales de los noventa, es que me he visto reflejado en ese personaje llamado Miguel Serrano Larraz. Muchas de sus vacilaciones y de sus dudas eran las mías; de modo que puedo afirmar que esta novela no sólo es “literatura del yo”, sino también “literatura del nosotros”.